La vida dura tan sólo un instante, un instante en la historia de la vida, de la existencia, del ser. Somos, partículas en el mundo, en el Universo, en esta eternidad denominada tiempo, partículas tan pequeñas y tan insignificantes que si desapareciéramos, ni el planeta, ni el Cosmos, ni la vida misma nos extrañaría. Somos partículas que ocupamos una diminuta porción del espacio, de esta magnitud sin fin para el hombre, que el hombre en su afán de parecer grande busca tan ociosamente encontrar. Sinfines inalcanzables incluso para la imaginación, pues tan sólo la Creación misma sabe lo que posee y lo que no. Creación que pudiendo o no haber venido de un Creador, no se preocupa por la vida, pues la Creación es vida misma, aún cuando no respire, no se mueva, no piense, no se jacte de que exista, los sistemas tienen vida al ser coexistentes, dependientes, simbióticos, al formar parte de un todo. Nosotros somos sólo un pequeño sistema más en esta existencia tan grande y magnífica. Nosotros sólo formamos una increíblemente minúscula porción de la vida, de la existencia, del ser.
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